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martes, 24 de diciembre de 2013

Mística.


Recuerdo cuando era niña y me quedaba mirando el campo. Solía hacerlo cuando volvía de casa de mis amigas, en la misma calle. Caminaba por la acera – era mejor si hacía frío – y me perdía esquivando las hojas de los chopos en la noche, divagaba hacia las luces de la autopista. Me imaginaba corriendo por esas parcelas olvidadas, totalmente a oscuras, completamente helada. Soñando que quizás había algo al otro lado, detrás de las luces de la carretera; soñando que, tarde o temprano, oiría el rebuzno de un caballo y sentiría su cálido aliento frente a mi sombra. Y podría montarlo, e irme lejos, y encontrar cosas maravillosas, como en los cuentos. Pero nunca llegaba a esbozar esa parte: me detenía en la imagen de mí misma corriendo, libre, hacia algún sitio...

Han pasado muchos años desde entonces, pero no he perdido esa costumbre. Salgo a correr por caminos empedrados, y paso por debajo de la circunvalación, dejando atrás las luces de la carretera – que en esos momentos están apagadas, porque es de día – para poder mirar esas parcelas olvidadas sin nada que las oculte, abarcar con los ojos su máxima extensión, ver cómo lamen la falda de La Mujer Muerta. La cúpula de nubes, como una enorme ola que choca y araña una orilla que no tiene fin, sobre mis pestañas. El aliento gastado de una carrera, los brazos desnudos y en cruz, aun pasando vergüenza. El viento furioso y desatado en campo abierto luchando contra cada uno de los poros de mi piel. La lluvia dolorosamente fría empapando mi alma hasta los pies.
Y en medio de esa demostración natural, sentir graciosamente que no eres nada ni nadie, a penas una exhalación en la vida de esa montaña. Y que te crezca como un vacío en el pecho, como un anhelo de deshacerte de ti misma, para poder arreciar en esas laderas, como la lluvia... Para ser como ellas, para ser lo más puro, lo más eterno, lo más verdadero, para esparcirte entre las hierbas como rota en mil esquirlas que corten la tela del tiempo.

No soy más que una parte ínfima, que un alma condenada a observar toda la belleza que ella misma no posee, a sufrir su perennidad entre la eternidad de lo que la sostiene, a saborear lo que ella nunca podrá llegar a ser.
Qué condena más dulce, la de ser una gota que salta del mar para poder mirarlo, y luego volver a caer.
Qué misión tan maravillosa.

JC

viernes, 20 de diciembre de 2013

Entre lagrimas y besos.

A la incertidumbre de un silencio,
de  esos etéreos y eternos,
Le penetró un recuerdo.
Seguido de buenos y malos momentos.
Una sonrisa , un lamento,
miradas, deseos, miramientos....
Y entre ese ajetreo y tanto pensamiento
Te encontré a ti.
Entre lágrimas y besos.



Jack.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Lluvia.

Llueve, llueve intensamente.
Pero hoy no llueve en la calle,
ni tampoco en mi habitación.
La lluvia golpea fuerte en mi mente,
y el que se inunda es mi corazón.
          ¿Por que?
Quizás no haya razón alguna.
O quizás sea esta hambruna
de sentimientos y calor.



Jack.