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lunes, 2 de julio de 2018

Mi mansión


Toda casa abandonada sabe
que la han abandonado.
Primero se desviste,
hace que se levante
el papel de pared, enseña
sus cimientos dañados.
Desconcha el color verde
de las contraventanas,
se rompen los cristales,
las humedades corroen
su esqueleto de metal
y el sótano se inunda.
Se vence el tejado,
cae casi con paz,
y el ático parece
una azotea del siglo pasado.

En el dormitorio,
crece un árbol antiguo.

Las casas saben cuándo
su dueño no regresará
y entonces se vuelven
más bellas que nunca.
Me gusta visitarlas:
Tirar puertas abajo,
llevarme espejos rotos,
hurgar en los armarios,
oler las camisas
de posibles amantes,
acostarme en la cama
cubierta de polvo.

Mi cuerpo también sabe
que lo han abandonado
y yo solo escucho
cómo se transforma.


JC