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lunes, 30 de enero de 2017

Oscuridad.

Serán tuyas esas manos de gigante
con que llevo soñando desde niña.
Y hacia dónde me guías cuando bailas
y dónde puedo buscar la tumba que destruye
tan silenciosamente tus latidos,
y qué hago si la canción no acaba
y se ha quedado noche todo el día
y el último mes es una sola noche.
Cómo tengo ahora miedo de las palabras,
por qué lo que te callas da más miedo todavía,
cuánto más alargaremos las metáforas,
dónde estarán la realidad y la ficción
cuando separes la verdad de la mentira.
Y si no me guías a ninguna parte,
y si tu pulso acaba por dejarme sorda,
y si mis libros no responden a tus dudas,
y si aún puedo marcharme, y decrecer
y ser niña, que sueñe con manos de gigante
con compases más fáciles; con chicos, no hombres,
en mi simulacro adolescente de la vida,
y conformarme con parejas de baile más cobardes
y letras menos inverosímilmente terroríficas.
Resultado de imagen de rayuela

miércoles, 25 de enero de 2017

Campo

Parte de mi cabeza se desgarró en esas zarzas. En esa hora dorada todavía te recuerdo esquivando el alambre de espino, las piedras, los muros semiderruidos. No eras mi amigo. Había aprendido tu nombre unas horas antes; lo solté pocas semanas después. Solo te recuerdo porque eras parte del paisaje. Como algo que desaparece a fuerza de mirarlo. Como las acequias y las casas de piedra, la llanura que amarilleaba en el horizonte, las mesetas que se sucedían una tras otra, un mar de trigales. Como un accidente, un obstáculo, un árbol. El paisaje era demasiado grande. El paisaje era todo lo que pasaba.

Ese campo de Castilla tiene la facultad de ser un campo cansado, avasallado por el Sol, ahogado en el dorado; helado y azul de madrugada. Sentíamos el latido de las lomas desnudas de la tierra, la llamada de las piedras secas entre las espigas. El cielo se nos prometía sin limitaciones, copando la extensión de las mesetas; se hacía tal vacío entre el cielo y esas tierras que sentíamos que nos caíamos, y había cierto vértigo dentro de nosotros. Por debajo de las cigarras y de las acequias se intuía un silencio aterrador. Un abandono que se multiplicaba, un velo que empañaba los caminos. Los caminos olvidados que permanecían allí durante décadas, cruzando aldeas fosilizadas, por las curvas que alguna vez alguien quiso y recorrió. Recorrer algo olvidado es un atrevimiento, nosotros lo sabíamos. Recorrer el vacío es perder la noción de uno mismo. Nos alejamos tanto del pueblo que ya no pertenecimos a pueblo ninguno. No nos pertenecíamos a nosotros.

Nadie podría oírnos si gritábamos. Nadie podría protegernos si algo pasaba. Nadie sabría nunca lo que había pasado, si es que alcanzábamos a entender cómo pasaba el paisaje por nosotros. Habíamos llegado a donde no importaban nuestros nombres, ni nuestros juegos. No nos conocíamos, eso era lo más importante. No teníamos que hablarnos ni ser amables el uno con el otro. Lo que pudiéramos contar al regresar tampoco lo medirían las palabras.

Siempre eras el más listo. El primero en saltar los muros y deshacer los nudos. Fuiste el primero también en entrar en esa casa. Era una casa porque alguien la quiso alguna vez. Pero solo tenía parte del techo, y en su cocina creía un árbol. La madera vieja nos daba miedo. Nos daba miedo que allí hubiera muebles con el fantasma de una mano sobre ellos. No quiso entrar nadie detrás de mí, no todos valoraban el poder de un recuerdo.

A veces nos imagino tumbados en mitad de esa casa, entre las hierbas, las tablas y los cardos, con la puerta todavía abierta. La luz de esa hora dorada entraba por todas partes y rebasaba las proporciones de esa gente pequeña y antigua. Ni siquiera habríamos podido sentarnos en una silla, de haberlo intentado. Nos sentimos atrapados en un minúsculo envoltorio de papel brillante. No eras tan elocuente en el silencio; en la quietud salvaje, brutal. Tenías los brazos negros de haber pasado el verano vagando, aburrido, por el campo. Con qué mimo recorrías líneas desamparadas, qué desamparado estabas en sus paisajes. ¿No contaba mi cuerpo como otro? Yo seguía siendo blanca y torpe, pero al menos vibraba, telúrica. Y tú también. Cómo te quise así, en un momento, sin ninguna razón. Qué poco duró el momento de quererte, aun cuando esa hora dorada dure para siempre. Y qué envidiosos eran los gritos que nos llamaban desde fuera; cuánta era la molestia que generaban esas amistades. Esas amistades que ya no tenían sentido, allí, lejos de todo. Esas compañías que, a la hora de regresar, ya no comprendían el ritmo rápido de nuestros pasos, ni nuestros alientos acompasados.


En algún lugar ha quedado ese momento de amor adolescente. En algún camino, alguien tiene todavía catorce años. Algunas tardes, en esa hora dorada, en esos campos humillados de Castilla, me imagino allí, en una casa que no es casa, perdida. Qué insistentes son los atardeceres, cuando arden día tras día, en un momento. Cómo te quise en ese momento, y lo rápido que se me pasó. Quién serías. Supongo que eternidad es repetirse un momento que no duró nada. Aunque a veces, en mi imaginación, ya se ha hecho de noche.

domingo, 8 de enero de 2017

Invierno de cristal

Saltar a una imagen detrás del cristal
donde el viento sopla nuestros reflejos
y ha borrado la fecha de las fotografías
revelándonos un tiempo sin rostro.

Recordar es besar a los monstruos;
besar es libar sus manías
y entregarles los ojos cerrados
y enterrarte de pasados y cal.

He tocado fondo en un vidrio plano
un invierno eterno que corta y resfría;
con las manos más frías que nunca,
más que nunca, sabañones y caducas.

Se repiten los meses intemporalmente
e inclementes las mismas misas
de susurros que ya no nos creemos,
con sus ecos, sus cacofonías, sus domingos.

Y la estación no avanza, y la foto no cambia.
El estío no se alcanza, y el cristal se rompe.

Solo con las imágenes de nuestras metáforas;
la instantánea no, esa quedará ahí.

Akai. JC.
Gracias, amigo.

lunes, 2 de enero de 2017

Caminante extraviado

Hoy la brújula no siente el norte,
ni tiene ganas de encontrarlo.
Dicen que se ha perdido entre bosques
profundos de sombríos pasados,
durmiendo en las nieblas del presente.
Dicen que buscaba lo robado
y lo que halló no fue suficiente.


Jack.