Todo se me antoja
terriblemente mundano, terriblemente insatisfactorio. Estoy atada a
una cinta transportadora, y no paran de pasar escaparates de
utensilios de cocina. No me interesa. Y mientras todos miran hacia
delante, mis ojos descansan en ninguna parte.
No sé por qué estoy
aquí. Pero no es la típica pregunta existencial, porque yo, a
diferencia de la mayoría, conozco el lugar al que pertenezco. Y no
es éste. Si pudiera atravesar la fría página de word en la que
estoy escribiendo, tal vez me acercaría.
Sé que el rollo de
ficticia ya os cansa. Pero es que yo voy de ficticia, no puedo
evitarlo, desde el primer momento que recuerdo. Suena estúpido, y
quizás lo sea, decir que lo que yo quiero es domar dragones,
conjugar pócimas, derrotar hechiceros.
La gente normal pasa las
noches estudiando, yo las paso esperando a Peter Pan.
Pero abrir la ventana
para esperarle ya no me sirve. Ya no me sirve dedicar mi tiempo a las
páginas, porque no tengo. Estoy aquí, encerrada irremediablemente,
y puedo estarlo torturada o conformada. No me gusta ninguna de las
dos opciones.
Quiero que todo se
detenga en este mismo instante. Quiero paralizarlo todo, las
estaciones, los cursos, las páginas de calendario. Este calendario
no tendría ni que haber empezado, porque en el país de Nunca Jamás
no pasan los años.
¿Sabéis qué me duele?
Que no existen ni Harry, ni Jack, o Victoria o Bipa. No existen ni
Luffy, Nami o Robin. No existen Hamlet, Bartimeo, Leola, Satine, Will
el Botas o Wendy. No os engañéis, no existe Hogwarts ni la Isla
Tortuga, ni el mundo de los etéreos, ni Idhún, ni Nunca Jamás, ni
Grand Line. Tampoco existe la magia en Dinamarca ni nada huele a
podrido allí. Y una prostituta de París nunca se enamoraría de ese
dramaturgo fracasado, creedme.
¿Pero sabéis qué más?
No, no lo sabéis. No sabéis, qué coño, ni agarrar una espada ni
agitar una varita, ni nunca lo sabréis. Tampoco podéis volar, y lo
más cerca que estaréis de dirigir un barco pirata en vuestra vida
será dando pedales a un cisne de plástico húmedo. La mayoría de
vosotros no sois capaces ni de mantener el amor un puñado de años,
no os digo ya una vida entera.
Por ello, yo reniego de
esto. Si vosotros no, os admiro. Cuánta capacidad para aceptar lo
insustancial, o cuánta indiferencia. Con la primera os aplaudo y con
la segunda, me echo a llorar.
Se lo dedico a Daniel
Nieto Cuervo, porque sé que no está de acuerdo conmigo en este
tema. Ni en ninguno. Pero siempre nos quedará o creerle a él o
recurrir a las Ideas de Platón.
JC