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martes, 25 de julio de 2017

Monte Misen

Te fuiste deshilvanando con las ramas
y las hojas de nombre desconocido.
Te quedaste ciego en las señales.
Se borró la huella de tu pie
en aquellos escalones infinitos.
Se puso el sol en la montaña y la sombra
atrapó tu sombra con su brazo de nubes.
Con los años, la humedad empapó tu pasaporte
y fue a tallarse tu nombre en la pared.

En el último templo que pisaste
al tiempo lo contienen paneles de papel
y una viajera se descalza en la tarima.
Entrega los zapatos, es una ofrenda al sueño.
Y en el silencio selvático y salvaje
pide permiso y se reconoce intrusa
de Occidente, del siglo y su ignorancia.

Ha venido a buscarte, a dibujarte
con el verde que ha acabado por erigir imperio.
Lleva el recuerdo detallado de tu cuerpo
para volver a construirlo y enseñárselo
a aquellos habitantes, mágicos y diminutos.
También lleva entrelazados en las manos
los hilos de tu miedo y tus secretos.
Y sabe cómo desatarlos de los árboles.

Desaparecer es volver a encontrarte.


JC