Querido amigo,
Últimamente se ha puesto de moda decir
que el presente es lo único que existe. Yo no sé si de verdad lo
piensan, si nunca lo han pensado o si lo piensan solo en parte,
porque hace poco (demasiado pronto) aprendí que, cuando la gente
dice las cosas, no dice exactamente lo que quiere decir. Que dice un
poco más o un poco menos, para no ofender a quien les está
escuchando. A mí lo que realmente me ofendería sería que me
dijeran menos o más de lo que realmente tienen que decirme. Pero sí,
ya lo sé, la gente es absurda.
Puede que estas líneas sean una prueba
más a favor de los pasados exiliados y los futuros moribundos, o que
por contra, sean su golpe de gracia. Pero hoy no he podido
aguantarme las ganas de decirte que estás tardando mucho y que me
faltan los secretos que guardarte y las sonrisas con que recibirte.
Que me agarro a veladas difusas y viejos mensajes, y que menos mal
que en la memoria caben cuatro pasados (a quien le guste la lengua
sabrá recitarlos) porque si no, tal vez me olvidara de ti. El
futuro, al revés, es inconstante, una hoja de solo dos caras, que ya
he llenado de cosas que hacer en primavera, pero no me lamento,
amigo, porque si no tuviera esa hoja, qué sería de nosotros...
Ya se me acaban las palabras: te
advertí que no tenía mucho con lo que sostenerme. Tan poco, que
nunca te he llamado “amiga”. Amigo, o amiga, es demasiado largo,
tú solo eres una ausencia, no te ofendas. Hubiste, habrás y habías
sido, fuiste, eras y serás.
Yo me he quedado atrapada en lo que
soy.
Ven pronto, ya solo me quedan puntos
suspensivos...
JC