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viernes, 28 de junio de 2013

Los escritores platónicos



Vivo como en una especie de mundo de ensueño, y todo lo que es ajeno a él pasa como una sombra por debajo mis pasos. La gente dice que debería leer menos, y escuchar más, y pensar menos...
Pero si lo que veo son sombras, lo que escucho son necedades. Si Platón levantara la cabeza, y viera todas vuestras Ideas atrapadas... En este mundo de sombras... 
Jamás he visto una bandada de pájaros que se empeñara en hacer elipses pudiendo girar en círculos. Aunque si los pájaros alguna vez poblaron vuestra cabeza, desde luego no quedan más que sus huesos entre el serrín.
Hemos perdido la conciencia de lo inmaterial y nos hemos quedado aquí. La mayoría de la gente no sabe ver más allá de sus propias narices. Cualquier intento de conversación trascendental se disuelve en el aire tan rápido como ha aparecido, y es una pena, porque la expresión de las Ideas no sale de nuestra cabeza. Y si no las desprendemos de nuestros labios, entonces, ellas no pueden echar a volar. “Tanto cielo para tan pocas alas...”*
Ya decía Sócrates que la democracia es el fracaso del diálogo, y si nuestra democracia está podrida, quizás nuestro diálogo haya muerto. Y quizás vuestras almas, según Platón, estén amnésicas, porque no reconocéis a la verdad ni aunque os la pongan en bandeja.
¿Cuánto tiempo hará falta para haceros comprender que este enfoque pragmático que le damos a todas las cosas no está sino haciéndonos tan perecederos como ellas? Todo a lo que aspiráis está a la misma altura a la que puede llegar el polvo con una ráfaga de viento. 
Porque no entendéis que no podéis no morir solos sin creer en el amor, que no podéis dar abrazos sin defender la lealtad, que no podéis disfrutar de este mundo sensible sin conocer el Ser. Estáis intentando plantar un árbol, y no se os ocurre otra cosa que empezar por las hojas... 
Tal vez deba ser así. Tal vez por eso Platón se quedó a un lado, porque se sentía solo en su mundo inteligible. Porque si no hubiera habido hiato entre el Devenir y el Ser, él no se hubiera derrumbado. Me pregunto qué pasaría si cada uno de nosotros fuéramos conscientes de nuestra propia Idea. Si las almas no estuvieran tan amnésicas, tal vez podríamos mirar más alto, salvar esta enorme distancia. Defender lo que soñamos y en lo que creemos. Hacer que se extienda lo que pensamos, para que las Ideas no tengan que caer de arriba, y seamos nosotros los que ascendamos.
Porque yo no creo en ese hiato. Aunque no seamos más que un reflejo del Ser, parte de allí me pertenece, y yo me atrevo a usarla. Puedo reconocer la Idea del mal y luchar contra ella, imponer la mía propia, aunque esté atrapada en este mundo de sombras. Solo tengo que identificar la silueta de la del enemigo.
Si cada Idea tiene una proyección, no tengo más que descifrarla.
Así que lee, piensa, no escuches. Camina por encima de estas sombras, libera las Ideas con tus palabras, para que se aproximen al cielo, extiendan sus propias alas. Azota la bandada que se esconde en tu cabeza, aspira, ambiciona, divaga. Sé tan inmortal como lo que piensas y ansías, fúndete con esta página. 
No todo es tan lejano como creemos. Y es que la gente opina que el amor es para las películas, y las pasiones, para las obras de Shakespeare. La amistad eterna que tanto ansiamos, según ellos, solo existe en los libros, y la valentía que se gana nuestras ovaciones, en los cantares de gesta. ¿Pero qué son estas películas, estás obras, estas canciones, sin sus personajes? ¿y qué son estos personajes ficticios sino Ideas que pudieron caer, y no lo hicieron?
La ficción es esa Idea que lucha en el Devenir. Por eso yo lucho cada vez que compongo estas palabras. Cada historia que imagino, cada personaje que creo, es una Idea que he hallado y que me empuja hacia el mundo al que, tanto ella como yo, pertenecemos.
Si siguen sin creerme, allá ellos. Yo, al morir, volveré junto al amor de las películas, y las pasiones de Shakespeare, con la amistad eterna propia de los libros y esa valentía en que se inspiran los cantares de gesta. Ellos existen más que yo, pero al menos, con cada palabra reconozco un concepto, y con cada concepto, me voy aproximando...
Por eso los escritores somos platónicos.


JC








* Verso de una canción de Nach, Verbo.

lunes, 24 de junio de 2013

Lo que siento.

Yo estoy bien. Yo siempre estoy bien. No siento, ¿verdad? Está claro, en mi nunca veis sufrimiento. Pues resulta que no puedo más. Quiero llorar y no puedo, quiero gritar y no puedo. Dejadme soñar. Dejadme tener sueños. Dejadme luchar por la libertad. Pero solo no puedo. No puedo luchar siempre solo. Necesito ayuda, sobre todo... Sobre todo en estos momentos de duda... Alguien que me ayude a discernir una luz... O una luna. 
Necesito agua porque tengo sed. Necesito fuego dentro de mi ser. Podría seguir escribiendo y escribir todos mis lamentos. Os acabaría aburriendo. Eso es lo único que hago, aburrir.
Como hace tanto ya me dijeron, ''no sirvo para nada, soy un inútil''. No sirvo para escribir, no sirvo para estudiar, no sirvo para amar... Ni siquiera para vivir.

Y yo quiero seguir al viento e ir aprendiendo de él. Pero está visto que no puedo, no sirvo para ello.


Jack.

jueves, 20 de junio de 2013

La vida.

La vida es un libro abierto,
que a veces solo se cierra.
Un libro que encierra dentro
mil y una historias y reyertas.

Movidas son cual veletas
en aras del viento
que fluye en el tiempo.
tiempo al que tiento
y siento fluir 
dentro de mí.

lunes, 17 de junio de 2013

Lejana.


Siempre quiero lo que no puedo abarcar. Es difícil, cansado, exasperante. Camino perdida, ensimismada. Soy torpe porque nunca miro al suelo, ni lo que hay alrededor de mí. Solo dejo de ser torpe cuando bailo, porque la música es lejana.

Lejana... Sí. Lejana como la silueta de las montañas y la forma de las colinas, que solo pueden apreciarse a distancia. Lejana como el cielo, eternamente separado de la tierra, eternamente contemplándola. La línea del horizonte se hace más larga según mires más lejos, y no puedo evitarlo, yo siempre miro al horizonte...

Lo quiero todo, lo ambiciono todo. Pero mi cabeza se ha perdido entre las nubes, y solo con cielo, no hay horizonte ninguno.

Tú eres diferente. Tú sabes mirar a tu alrededor, caminar atento, ser ágil. Y a la vez provocas música. Porque eres cercano, observador, detallista; puedes fijar tu mirada en cada gránulo, cada verde de las hojas, de los árboles, del bosque que precede a la montaña. Así lo demuestran los trazos que pintan tus manos de pianista.

Tú también lo quieres todo, lo ambicionas todo, pero en un sentido métrico, matemático, numérico, cuántico...

Tira de mis brazos, hechos de nubes, como tira el ojo del huracán de la tormenta; enreda mi nebulosa entre las animadas hojas de tus árboles; bájame, y tú, sube; conformemos cielo y tierra, provoquemos horizonte...

JC

martes, 4 de junio de 2013

Soñar por soñar


 La lluvia es la vida. Por eso hay gente a la que le escuece, y por eso se refugian bajo esos incómodos y aparatosos manojos de plástico con metal. Porque no quieren que sus rancias y finas cáscaras se empapen y pierdan la forma, y en cuanto llegan a casa se tienden a secar. Es peligroso que la cáscara se les resbale: puede que su anodina alma escape y su composición se mezcle con la del resto de la mediocre atmósfera.
Hay unas pocas personas que reniegan de esos inservibles manojos de hierro y tela artificial, y son aquellas que tienen un fruto dentro de la cáscara. A veces cuando empieza a llover, no huyen, y dejan que el agua les empape y les quite el rígido envoltorio que llevan puesto, desnudándolas, porque saben que dentro de ellos hay algo más que aire, y que no se van a disolver.
¿Alguien alguna vez se ha preguntado qué es lo que pasa cuando llueve? Siempre andamos mirando al suelo, para que no se nos moje la cara, o simplemente nos tapa la visión ese armatoste al que me he referido ya dos veces. En realidad, no sabemos lo que pasa cuando llueve, a no ser que miremos por la ventana, pero entonces solo vemos lo que siempre está a nuestro alcance, y eso es precisamente lo que carece de valor.
Yo creo que lo que pasa cuando llueve es lo que siempre pensamos que nunca pasa. Muchos alquimistas han buscado durante toda una vida la misma fórmula, y otros, durante esta, han estado peleando contra el tiempo por el oro, por los más divinos tesoros, por las mujeres más bellas y los más grandes hallazgos, y no reparan en que esa vida que gastan, esa vida que les hace falta, está en la lluvia. Si ellos supieran...
Cuentan que, una vez, hubo alguien que supo, un hombre que un día salió a la lluvia. Pero no se quedó en la ciudad, sino que siguió los caminos del ocaso, los mismos que Antonio Machado, y se dirigió hacia donde la lluvia siempre quiere caer, hacia donde el suelo siempre quiere recibirla.
Cuentan que ese hombre no dejó de andar bajo la lluvia hasta que todo lo que le rodeó fue de color verde. Al fin y al cabo, el verde es el color de la magia. El cielo, sin embargo, era una mezcla de blanco, de gris y de negro, y el negro se oponía al blanco, pero existía gracias a él, y ambos pasaban a ser gris, como bien decía Hegel, en armónica evolución.
Lo importante es que aquel hombre vio lo que pasaba bajo la lluvia, y os lo voy a decir, pero no me vais a creer.
La lluvia enlazó ese mágico verde a aquellos grises idealistas, y el hombre pudo ver cómo el cielo se inclinaba a besar las pálidas cumbres de las montañas, que se sentían solas, siempre tan quedas, siempre tan equilibradas. Porque, como sucede en otras ocasiones, lo que parece invencible por fuera, por dentro se derrumba. Aquella tarde, sin embargo, fue el horizonte el que se derrumbó sobre la tierra, y acarició las flexibles formas de las hojas, como tímido, mientras seguía besando a las montañas, y el verde escalaba por su piel, correspondiéndole, ascendiendo por la bella atmósfera de agua derramada.
Fue entonces cuando apareció la vida, siempre alegre, siempre efímera, e hizo cantar a los grillos, que eran fieles centinelas de sus noches, y cuya melodía solo podía compararse con la de los pájaros, que en ese momento hacían montar a las gotas sobre sus lomos, porque les daba pena que cayeran.
Aunque los pájaros, como suele suceder a los que se guían por la dirección del viento, se equivocan a menudo, y no sabían que el que ese precioso beso acabara, solo significaba que iba a volver a acontecer.
Porque las gotas, corren por los caminos, ayudadas por las verdes praderas inclinadas, y ríen y se revuelcan hasta que vuelven a caer al río del que provenían, momento en el que todas callan y se mueven al unísono, como sucede con nosotros cuando queremos ir a un lugar importante. El hombre no pudo seguirlas más tiempo, por desgracia, porque como ya sabéis, los ríos van a parar a la mar, y la mar es muy celosa, y nunca quiere que nadie vea cómo el cielo la vuelve a besar para recoger sus gotas, ni siquiera los piratas que mejor la conocen, aunque ésta ya sepa que su cielo es amante también de las montañas.
No se sabe aún quién es ese hombre que observó la vida estallar, porque lleva tanto tiempo sin morir que nadie lo recuerda.
JC