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viernes, 20 de junio de 2014

Ojos sordos.

Y qué voy a hacer despierta,
si en el pecho pesan ya más
de cien madrugadas desiertas.
De noches
en que los tacones te rozan por huir
y no por bailar.
Qué conversación sentimental
vamos a tener a la luz de las estrellas
si aquí ya solo acude el silencio.
Es cosa triste guardar
las canciones viejas en las veladas
de tu memoria desabastecida.
Es cosa triste escuchar
las mismas notas que sabes
no oirás en una verbena.
Verte como cenicienta
porque siempre vuelves pronto
y no por sentirte princesa.
Pienso que este cansancio,
esta desgana, este destierro,
comenzaron hace un año,
cuando me dio por pensar
que las calles olían a azufre,
y vi que las máscaras de fiesta
eran el verdadero rostro
de algunas marionetas.
La gente ya no sabe salir
sin dejar su corazón en la puerta.
Eso es lo que me dijiste
esperando al autobús
con las esperanzas tan rasgadas
como las medias.
Esto es un baile trágico de títeres
con disfraces de piel;
esto es un buscar sinfonía
de la mano de maníaco
que golpea su instrumento.
Y en este rebaño
de convulsiones arrítmicas,
tú y yo encontramos melodía,
con el pulso gastado
y los ojos sordos
de madrugadas que no oyen,

que no llegan, que no ven.

JC