Me miro en el reflejo
del cristal de delante
de trenes infinitos.
Trajes, cuerpos cabeceantes,
y silencios larguísimos.
Atravesamos ríos,
colinas, edificios,
podría estar aquí
desde hace tiempo antes
y quedarme dando vueltas
todas la noches
-desde aquí,
hasta entonces-.
Me miro,
solo porque es imposible
no mirarse.
Todos están cansados,
pero yo estoy triste
y cuando me lo dicen,
finjo estar cansada.
Quizás mintamos todos
y solo estemos tristes,
o no tengamos tiempo
para sentir nada.