Busca en este blog

sábado, 6 de abril de 2013

Ficticia.


Todo se me antoja terriblemente mundano, terriblemente insatisfactorio. Estoy atada a una cinta transportadora, y no paran de pasar escaparates de utensilios de cocina. No me interesa. Y mientras todos miran hacia delante, mis ojos descansan en ninguna parte.

No sé por qué estoy aquí. Pero no es la típica pregunta existencial, porque yo, a diferencia de la mayoría, conozco el lugar al que pertenezco. Y no es éste. Si pudiera atravesar la fría página de word en la que estoy escribiendo, tal vez me acercaría.

Sé que el rollo de ficticia ya os cansa. Pero es que yo voy de ficticia, no puedo evitarlo, desde el primer momento que recuerdo. Suena estúpido, y quizás lo sea, decir que lo que yo quiero es domar dragones, conjugar pócimas, derrotar hechiceros.

La gente normal pasa las noches estudiando, yo las paso esperando a Peter Pan.


Pero abrir la ventana para esperarle ya no me sirve. Ya no me sirve dedicar mi tiempo a las páginas, porque no tengo. Estoy aquí, encerrada irremediablemente, y puedo estarlo torturada o conformada. No me gusta ninguna de las dos opciones.

Quiero que todo se detenga en este mismo instante. Quiero paralizarlo todo, las estaciones, los cursos, las páginas de calendario. Este calendario no tendría ni que haber empezado, porque en el país de Nunca Jamás no pasan los años.

¿Sabéis qué me duele? Que no existen ni Harry, ni Jack, o Victoria o Bipa. No existen ni Luffy, Nami o Robin. No existen Hamlet, Bartimeo, Leola, Satine, Will el Botas o Wendy. No os engañéis, no existe Hogwarts ni la Isla Tortuga, ni el mundo de los etéreos, ni Idhún, ni Nunca Jamás, ni Grand Line. Tampoco existe la magia en Dinamarca ni nada huele a podrido allí. Y una prostituta de París nunca se enamoraría de ese dramaturgo fracasado, creedme.

¿Pero sabéis qué más? No, no lo sabéis. No sabéis, qué coño, ni agarrar una espada ni agitar una varita, ni nunca lo sabréis. Tampoco podéis volar, y lo más cerca que estaréis de dirigir un barco pirata en vuestra vida será dando pedales a un cisne de plástico húmedo. La mayoría de vosotros no sois capaces ni de mantener el amor un puñado de años, no os digo ya una vida entera.

Por ello, yo reniego de esto. Si vosotros no, os admiro. Cuánta capacidad para aceptar lo insustancial, o cuánta indiferencia. Con la primera os aplaudo y con la segunda, me echo a llorar.

Se lo dedico a Daniel Nieto Cuervo, porque sé que no está de acuerdo conmigo en este tema. Ni en ninguno. Pero siempre nos quedará o creerle a él o recurrir a las Ideas de Platón.

JC

5 comentarios:

  1. ¿Sabes por qué me gusta tanto dormir? Por los sueños. Me encanta leer historias fantásticas, me gustaría muchísimo vivir en esos mundos a los que llamamos ficticios. La diferencia es que no soy yo la que los visita en los libros, no soy yo la que utiliza la magia. Por eso, al soñar, entro de verdad en esos mundos. Soy yo la protagonista. Incluso en las pesadillas, prefiero vivir eso que la insulsa realidad. No te desesperes, Julia. Esos mundos no están tan lejos como crees.

    ResponderEliminar
  2. No importa lo lejos que estén. Son paralelos, inalcanzables. Cuando nos muramos y nos convirtamos en una Idea, tal vez lleguemos a ellos.

    ResponderEliminar
  3. Precisamente los sueños, capaces de invertir la realidad, crean líneas que unen esos mundos.

    ResponderEliminar
  4. ¿A qué te refieres con que reniegas de esto en el penúltimo párrafo? ¿Qué es ésto?

    ResponderEliminar
  5. Significa que renuncio a este mundo, al real, al que no es ficticio.
    Sepia, los sueños siempre acaban en un despertar, y son vagos y confusos, y sus sensaciones, débiles trazos absurdos. Al menos los que al dormir se refiere.

    ResponderEliminar