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domingo, 4 de octubre de 2015

El secreto.



He visto la llave más dorada del mundo.

Pende del revoloteo de una sombra entre el día y la noche. Abre esa ventana cuyas cortinas velan encuentros. A veces la miramos como el mechón de una mujer amada en el siglo diecinueve; no podemos tenerla, pero la tenemos, como los hombres que no pueden controlar el tiempo, y aman los relojes. Solo existe entre las siete y las nueve, en otoño, así que bésala entonces o no la beses. Termina esperas y abre confesiones. Siempre desaparece, y no puede perdurar ni en el recuerdo. Porque no es nuestra, nosotros nunca tendremos esa llave.

JC




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