He aprendido que quererme
es fingir que me quiero,
y que puedo ser lo que yo quiera
sin llegar a querer nunca lo que soy.
En mí los pensamientos
son solo sentimientos con palabras,
y muchas veces no son las adecuadas
y últimamente no saben decir nada.
Tengo cientos de ellas anotadas
en hojas de papel mojado
en alguno de los pisos que alquilé.
Suelen hacerme preguntas:
Por qué solo me enamoro en los inviernos,
y por qué, en algún momento,
dejo de querer.
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