Siempre quiero lo que no
puedo abarcar. Es difícil, cansado, exasperante. Camino perdida,
ensimismada. Soy torpe porque nunca miro al suelo, ni lo que hay
alrededor de mí. Solo dejo de ser torpe cuando bailo, porque la
música es lejana.
Lejana... Sí. Lejana
como la silueta de las montañas y la forma de las colinas, que solo
pueden apreciarse a distancia. Lejana como el cielo, eternamente
separado de la tierra, eternamente contemplándola. La línea del
horizonte se hace más larga según mires más lejos, y no puedo
evitarlo, yo siempre miro al horizonte...
Lo quiero todo, lo
ambiciono todo. Pero mi cabeza se ha perdido entre las nubes, y solo
con cielo, no hay horizonte ninguno.
Tú eres diferente. Tú
sabes mirar a tu alrededor, caminar atento, ser ágil. Y a la vez
provocas música. Porque eres cercano, observador, detallista; puedes
fijar tu mirada en cada gránulo, cada verde de las hojas, de los
árboles, del bosque que precede a la montaña. Así lo demuestran
los trazos que pintan tus manos de pianista.
Tú también lo quieres
todo, lo ambicionas todo, pero en un sentido métrico, matemático,
numérico, cuántico...
Tira de mis brazos,
hechos de nubes, como tira el ojo del huracán de la tormenta; enreda
mi nebulosa entre las animadas hojas de tus árboles; bájame, y tú,
sube; conformemos cielo y tierra, provoquemos horizonte...
JC
No hay comentarios:
Publicar un comentario