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lunes, 17 de junio de 2013

Lejana.


Siempre quiero lo que no puedo abarcar. Es difícil, cansado, exasperante. Camino perdida, ensimismada. Soy torpe porque nunca miro al suelo, ni lo que hay alrededor de mí. Solo dejo de ser torpe cuando bailo, porque la música es lejana.

Lejana... Sí. Lejana como la silueta de las montañas y la forma de las colinas, que solo pueden apreciarse a distancia. Lejana como el cielo, eternamente separado de la tierra, eternamente contemplándola. La línea del horizonte se hace más larga según mires más lejos, y no puedo evitarlo, yo siempre miro al horizonte...

Lo quiero todo, lo ambiciono todo. Pero mi cabeza se ha perdido entre las nubes, y solo con cielo, no hay horizonte ninguno.

Tú eres diferente. Tú sabes mirar a tu alrededor, caminar atento, ser ágil. Y a la vez provocas música. Porque eres cercano, observador, detallista; puedes fijar tu mirada en cada gránulo, cada verde de las hojas, de los árboles, del bosque que precede a la montaña. Así lo demuestran los trazos que pintan tus manos de pianista.

Tú también lo quieres todo, lo ambicionas todo, pero en un sentido métrico, matemático, numérico, cuántico...

Tira de mis brazos, hechos de nubes, como tira el ojo del huracán de la tormenta; enreda mi nebulosa entre las animadas hojas de tus árboles; bájame, y tú, sube; conformemos cielo y tierra, provoquemos horizonte...

JC

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