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domingo, 9 de abril de 2017

Tardes de domingo.

Tarde lluviosa, la niebla que invade las calles camufla las figuras de las personas al caminar.

La luz de un solitario bar se proyecta en la acera. No se ve a nadie en el interior, un desconocido decide pasar. El camarero, solo en la barra, esta secando unos vasos con un trapo, cuando ve al desconocido entrar:

- Buena tarde para tomar algo en soledad ¿Qué desea? – saludó el camarero.
- Un poco de inquietud en una vida usual.
- El agua que no fluye se estanca. Aquí tiene, ¿con hielo? – le respondió el camarero, ofreciéndole un vaso vacío.
- Sin. Bastante hondo me ha calado el agua de esta lluvia que no tiene fin.
- Eso ya lo veo en su atavío, sin embargo hay algo en su mirada que la lluvia no ha conseguido mojar– El camarero sacó un segundo vaso, llenando ambos con un licor espeso y oscuro. – le acompañaré su soledad con mi soledad.
- Será la esperanza de encontrar algo entre todo lo perdido – dijo el desconocido tomando un sorbo del licor.
- A veces hay que perder y perderse entre mil gotas de lluvia para encontrarse a uno mismo.
- Temo encontrarme con un monstruo dormido, ¿qué halló usted tras tantos vasos servidos?
- Mañanas de sueños por cumplir, tardes de encuentros entre viejos amigos, noches de insomnio que aún perduran. Sin embargo, veo que aquel niño dolido por su pasado, sigue buscando sentido en vez de disfrutar del camino.
- Y gracias a eso mantenemos este rito cada domingo.


Ami y Jack.

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